Historias de la Historia. Segunda serie by Carlos Fisas

Historias de la Historia. Segunda serie by Carlos Fisas

autor:Carlos Fisas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia, Anécdotas
ISBN: 9788432045059
publicado: 1984-01-01T05:00:00+00:00


Algo sobre matemáticas

Quien me conozca se sorprenderá, sin duda, que hable sobre un tema que me es completamente desconocido. Jamás he entendido nada de sumas, restas, multiplicaciones o divisiones y ni que decir tiene que el álgebra y la trigonometría son tierra ignota para mí. Debo confesar que durante mi bachillerato me aprendía las fórmulas y los teoremas de memoria y nunca comprendí una papa de ellos. Por otro lado los lados de uno de los catetos y el de la hipotenusa me dejan, indiferente y por ello el teorema de Pitágoras me importaba un bledo. Comprendo que quien tiene vocación matemática se sienta atraído por las ecuaciones pero no es éste mi caso.

Cierto día le preguntaron a Pitágoras qué cosa entendía con la palabra «amigo» y contestó:

—Es uno que es como otro yo; como lo son el 220 y el 284.

Conocía esta anécdota que me parecía una estupidez; pero resulta que el tonto soy yo. En el libro Aneddotario delle Scienze de Sagredo encuentro la anécdota y su explicación: todos los divisores de 284 (1, 2, 4, 71, 142), sumados, dan 220 y todos los divisores de 220 (1, 2, 4, 5, 10, 11, 20, 22, 44, 55, 110), sumados dan 284. A estos números parece que en matemáticas se les llama números amigos. Me parece que esto es llevar muy lejos y muy complicadamente el concepto de amistad.

Digamos de paso que Pitágoras cuando descubrió su célebre teorema ofreció a los dioses una hecatombe, es decir un sacrificio de cien bueyes que eso significa la palabra hecatombe. Del griego hekaton, ciento, y bous, buey.

Los griegos creían que quien inventó el arte de contar fue Palemedes, que pasaba también por haber inventado el juego de los dados para pasar el tiempo durante la larga guerra de Troya. Platón dudaba de esta creencia y se preguntaba:

—¿Es que, sin Palemedes, Agamenón habría ignorado cuántos pies tenía?

Este tipo de respuestas, más o menos ingeniosas, pero que han pasado a la posteridad eran corrientes entre los griegos. Recordemos, por ejemplo, el célebre razonamiento de Epiménides, cretense él, que afirmaba que todos los cretenses eran mentirosos. De momento esto parece una de tantas frases que se dicen en un pueblo sobre otro: pero el meollo estaba en que quien lo dijo era cretense. De ello se sigue que si todos los cretenses eran mentirosos lo que decía Epiménides era cierto, luego los cretenses no son mentirosos, de lo que se desprende que lo que decía era verdad, de ello se deduce que si era verdadera su afirmación era cierto que los cretenses eran mentirosos y por ello lo que decía Epiménides era mentira, luego los cretenses decían verdad luego… y así hasta el infinito.

Fueron los pitagóricos los que acuñaron la frase «la armonía de las esferas» que han usado tantos y tantos poetas desde entonces hasta hoy.

Las esferas son las celestes, las que rodean inmutables en su movimiento la Tierra, la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas, unas esferas transparentes que dejan pasar la luz de los astros para que lleguen hasta nosotros.



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